La leyenda narra que, una noche después de una parranda vallenata, Francisco iba caminando de regreso a su pueblo, al igual que siempre para hacer más ligero el camino, iba cantando unos versos y tocando su acordeón. De repente Francisco el Hombre se dio cuenta que cada uno de sus versos era respondido con otro mucho mejor, por alguien que no lograba divisar entre la penumbra, además nunca antes había escuchado aquella voz. Francisco también respondió con versos y fue entonces cuando empezó una batalla. El enfrentamiento ya se había extendido un par de horas, y aunque Francisco estaba dando lo mejor de sí mismos, la interpretación de su contrincante era la mejor que él había escuchado.
Impactado por esas perfectas melodías, Francisco decidió seguirlas para intentar encontrar a su contrincante, cuando por fin lo vio entre la oscuridad de la noche, no lograba identificar plenamente de quién se trataba. De repente la luz de luna penetró en la profunda penumbra, y su adversario se hizo visible, fue entonces cuando Francisco se dio cuenta de que se trataba del diablo. Francisco entendió que se estaba enfrentando en el máximo duelo, llevó su mirada al cielo y rezó el Credo al revés acompañándolo con la melodía más hermosa nunca antes interpretada por un acordeón. El diablo al escuchar tal interpretación, desapareció entre la penumbra y dejó como ganador a Francisco el Hombre.